sábado, 21 de noviembre de 2009

Los silencios de Acho

- Por César Terán Vega

Acho es la catedral mayor de la tauromaquia americana, una Meca, a donde concurren todas las sangres y los sueños de los amantes del arte de Cúchares.

Es un templo de naves circulares, una basílica, donde tienen eco todas las armonías corales y, también, todos los silencios.

¡Ah!... ¡Los silencios de Acho!

No hay música sin silencio, dicen los orfebres de las partituras.

Los súbditos de Orfeo, hasta se han preocupado de colocar un símbolo especial en el pentagrama, para modular la melodía más sublime con el silencio preciso y oportuno.

¡Y cómo pesan los silencios de Acho!, como en ninguna otra plaza del mundo.

Lo saben todos en el planeta de los toros. Lo sentimos en los tendidos, lo sintieron y conocieron las figuras legendarias del toreo que partieron plaza en el coso rimense.

José Mari Manzanares en Acho

Lo saben y lo reconocen los espadas que conforman los carteles de postín de esta Feria del Señor de los Milagros.

El silencio, así comprendido, es ausencia y a la vez presencia, como el de Joselito, Manolete, Paquirri, 'El Yiyo', Montoliu -marineros de luces y de gloria- que encontraron la muerte en otras plazas, poco después de torear en Acho.

'El Gritón' Bermúdez

Inolvidables y silentes, yacen en el recuerdo de los aficionados que colmaron sol y sombra durante más de medio siglo, los famosos bocinazos del mítico 'Gritón Bermúdez'.

Cuando un torero muestra honradez y voluntad en nuestra plaza, pero no redondea faena, sea por defectos del toro o limitaciones propias, los tendidos lo alivian de la bronca y los pitos y le conceden la piadosa o comprensible sentencia del silencio.

También trasciende un silencio mayor, cómo no, el del toro. Ese rey de la fiesta envuelto en fábula y leyenda, como nuestro Arabí Pachá de la Rinconada de Mala, y cuantos otros dignos herederos de su estirpe hispana.

La hora de matar en Acho es un ritual profundo. La banda de música acalla el pasodoble, los tendidos se aquietan, es el preludio del jolgorio o de la nada.

Si algún desentendido, o intruso, que los hay en todo el mundo, grita ¡música!, cuando no corresponde, desentona y descompone la figura. Entonces hay enrostrarle su chaladura, para que se quede mudo.

Y llegamos al silencio que más duele, porque son heridas más recientes, esos golpes vallejianos, tan negros, tan terribles.

Ya partieron, ya no están en esta feria, pero permanecen en nuestro corazón, con interminables oles y ovaciones: Conchita Cintrón Verrill, Rodolfo Skobelj Forero 'Don Verdades', Fernando Marcet, Juan Antonio Díaz, Juan Carlos Guía.



Parafraseando a don Francisco de Carvajal, el Demonio de los Andes, yo diría, a sotto voce: Estos sentimientos míos, uno a uno, me los arrebata el viento, me los roba el tiempo.

Una tarde cualquiera, poblada de cánticos, luces y recuerdos, mientras más lejana mejor, llegaremos también a las puertas del silencio, para recibirlo a portagayola. Mientras tanto, caminemos de la maravillosa mano de Dios y de la Vida.

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