martes, 26 de diciembre de 2017

¿Imaginan a Roca Rey y Ginés Marín lidiando toros de todos los encastes?


"Ni a Roca Rey y Ginés Marín se les ocurrirá ni por ensueño lidiar por voluntad propia una corrida que no esté considerada ‘de garantía’; pero no solo en Sevilla o Madrid, sino en todas las plazas donde se anuncien".

A José Tomás hay que recordarlo por lo grande que fue y no por lo que es ahora

ANTONIO LORCA/EL PAISEl autor del titular de este texto es un aficionado taurino y usuario tuitero que se hace llamar Domingo López Ortega, nombre original del desaparecido maestro de Borox, Domingo Ortega.

Hace unos pocos días, sorprendía en las redes sociales con esta pregunta que encierra una bomba de relojería en el mundo de los toros. Unas pocas palabras que servirían para poner patas arriba el escalafón, motivar a los aficionados y volver como un calcetín la aburrida y desesperante tauromaquia del siglo XXI.

En otras circunstancias, un mensaje de twiter de estas características hubiera provocado una encendida polémica, pero no ha sido así. No más de 13 retuits y 38 ‘me gusta’ es el pobre balance de su paso por las redes sociales. Es la consecuencia de una tauromaquia anestesiada y una afición desalentada. ¡Da igual quién toree, qué más da…! Todos los toreros son iguales, se anuncian con las mismas ganaderías, hacen idénticas faenas; no se les distingue, son aburridos… Quizá, por eso, -aunque no solo por esa razón- la fiesta de los toros no interesa lo suficiente; quizá, sea esa la causa por la que muchos aficionados han desertado; quizá, sea uno de los motivos principales de la actual crisis taurina.


Volvamos a la pregunta tuitera: ¿Imaginan a Roca Rey y Ginés Marín lidiando toros de todos los encastes? Es más: ¿Imaginan que un grupo selecto y representativo de los toreros emergentes decidiera rebelarse contra el sistema y liderara un cambio radical de las muy antiguas, inamovibles e inservibles estructuras taurinas que están propiciando la erradicación del espectáculo taurino?

Inimaginable, impensable, imposible; pura ciencia ficción…

No hay colectivo más rancio y conservador que el de los jóvenes toreros modernos. Pero no por su culpa, por dios, sino porque se amamantan desde niños a los pechos de personajes prehistóricosos, ajenos casi todos al siglo XXI, que piensan y actúan como nuestros abuelos, y jamás se plantean que la tauromaquia se encuentra ante la dramática disyuntiva de su inmediata actualización o su inevitable muetre.

Un torero emergente de hoy, -uno con serias posibilidades de ser figura-, solo estudia una asignatura al margen de la técnica ante el toro: ser un día como sus mayores, hacer el paseíllo con ellos, refugiarse en hierros ganaderos fiables (más nobles y cómodos, se entiende), y estar presente en las principales ferias, aunque los cosos no se llenen. Y se acabó.

Ni a Roca Rey y Ginés Marín -ni a ninguno de sus compañeros de promoción- se les ocurrirá ni por ensueño lidiar por voluntad propia una corrida que no esté considerada ‘de garantía’; pero no solo en Sevilla o Madrid, sino en todas las plazas donde se anuncien. Para eso han triunfado, precisamente, para lidiar toros más bonancibles que fieros, más descastados que bravos y más inválidos que poderosos ante públicos generosos y triunfalistas, más preocupados por conceder orejas e indultos que por la emoción que desprenden un toro y un torero de verdad.

Hay que estar poco cuerdo para imaginar, siquiera, que algún nuevo matador de toros se plantee modificar costumbres ancestrales, cambiar las obsoletas estructuras que mantienen la fiesta, y enfrentarse a los que mandan para hacer un espectáculo nuevo, diferente y emocionante.

Definitivamente, ni Roca ni Marín lidiarán un encaste que no haya contrastado su continuada benevolencia, y nunca pensarán que la búsqueda permanente de comodidad es uno de los peores males de la fiesta. Tanto ellos, los jóvenes, como los veteranos, todos los toreros, viven en una burbuja que los aísla y los separa del mundo real. No hay más que hablar con cualquiera de ellos. Oyes a un chaval que no ha cumplido los veinte años y parece que está hablando un viejo.

Si sus mayores -los experimentados taurinos- no se plantean la necesidad urgente de establecer un nuevo modelo, si no se preocupan por averiguar de verdad cuáles son los puntos fuertes y las carencias de la fiesta, si carecen de sensibilidad para fomentar la afición perdida, y son incapaces de motivar a los jóvenes, no lo van a hacer los que acaban de llegar.

En fin…

La pregunta completa del aficionado Domingo López Ortega era la siguiente: “¿Te imaginas a Roca Rey y Ginés Marín lidiando todos los encastes y regenerando un nuevo escalafón?” Y él mismo se respondía: “Porque yo no”.

Otro mensaje de twiter, este referido a José Tomás y a su reciente participación en una corrida en México el pasado día 12, se ha convertido en un perla en la marabunta de tantos ditirambos como provoca este torero.

El autor es Antonio Díaz, y el texto dice así: “A José Tomás hay que recordarlo por lo que fue: un genial matador cuya obra trascendió lo estrictamente taurino; y no por lo que es: un torero retirado que de vez en cuando se marca un bolo en loor de multitudes”.

Cada cual es muy libre de alabar a quien desee, y pensar que este o aquel toreros es la tauromaquia personificada, pero la realidad es la que es: José Tomás está retirado, renunció tiempo ha a la competencia, dimitió de su responsabilidad de líder del toreo moderno, y ha huido como gato escaldado de su condición de leyenda.

La fiesta de los toros sería, sin duda, muy diferente si José Tomás no hubiera hecho mutis por el foro y en lugar de encerrarse en su sepulcral mutismo en las playas malagueñas se hubiera atrevido a revolucionar la tauromaquia.

Pero cada uno es como es, y José Tomás, un grande-grande, ha preferido el silencio, el retiro y la añoranza; mientras tanto, sus compañeros, todos esos que, a juicio de muchos, no le llegan a la altura de las zapatillas, dan la cara todos los días, de marzo a octubre, en todas las plazas. Y eso sí que tiene mérito.

Tomás fue rey hace tiempo. Un monarca absoluto. Hoy, conserva, qué duda cabe, la grandeza con la que lo parieron, pero es un torero retirado. Respetable, pero retirado.

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